El Mercado de los Objetos Malditos, Un Cuento Sufí

En lo profundo de un antiguo bazar oriental, bajo la sombra de exóticas telas y fragancias de especias, se encuentra un peculiar mercado que pocos conocen: el Mercado de los Objetos Malditos. No figura en mapas ni guías turísticas, pero aquellos que escuchan susurros sobre él suelen estar marcados por la curiosidad… o el destino.

Cuenta la leyenda que el mercado surge solo en noches de luna llena, cuando las sombras se alargan y el silencio de la madrugada se quiebra con el crujir de viejas carpas y el tintineo de campanas oxidadas. Los mercaderes que allí se congregan no son hombres comunes; algunos dicen que son espíritus antiguos, atrapados en la tarea interminable de vender su carga maldita.

El mercado está compuesto por puestos estrechos y oscuros, donde cada objeto parece susurrar su propia historia. Hay dagas oxidadas que prometen traición a quien las empuñe, espejos que reflejan futuros indeseables y cuencos de cerámica que susurran secretos prohibidos. Sin embargo, los compradores, lejos de huir, se sienten atraídos por la promesa de poder o venganza que esos objetos pueden conceder.

Un día llegó al mercado un joven llamado Tariq, movido por el deseo de cambiar su destino. Su vida había estado marcada por la miseria y el dolor, y, en su desesperación, decidió arriesgarlo todo por un artefacto que pudiera torcer su suerte. Un anciano de manos temblorosas y ojos turbios le ofreció un amuleto de jade que prometía riqueza, pero advirtió: «Cada moneda ganada costará una lágrima de un ser querido».

Desesperado y cegado por la ambición, Tariq ignoró la advertencia. Al principio, su fortuna cambió drásticamente; el dinero parecía brotar de cada negocio que emprendía. Sin embargo, a medida que sus arcas se llenaban, las personas que amaba enfermaban o desaparecían. El joven pronto comprendió el precio de su codicia, pero el amuleto, que ahora se aferraba a su piel como una maldición viva, no podía ser destruido ni abandonado.

El Mercado de los Objetos Malditos enseña una lección que pocos quieren escuchar: el precio del poder es más alto de lo que cualquiera puede pagar. Aquellos que buscan cambiar su destino a toda costa, a menudo terminan pagando con su propia alma.

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