El Niño Que Tocó La Luna Con Sus Manos

Desde la ventana de su habitación, Mauricio observaba la luna todas las noches. No era un simple pasatiempo; era una obsesión, un anhelo que ardía en su interior. Mientras otros niños soñaban con ser futbolistas o bomberos, él soñaba con tocar la luna con sus propias manos.

A su corta edad, nadie tomaba en serio sus palabras. «La luna está demasiado lejos», le decían. «Es imposible». Pero Mauricio no conocía esa palabra. Para él, cada sueño tenía una forma de hacerse realidad, y encontraría la manera de alcanzar el suyo.

Pasó su infancia investigando el espacio, devorando libros de astronomía y dibujando cohetes en los márgenes de sus cuadernos. Construía pequeños modelos espaciales con cartón y latas viejas, mientras en su mente trazaba rutas interplanetarias. La pasión que sentía no era un simple capricho infantil, sino un fuego que crecía con cada año que pasaba.

Cuando llegó a la adolescencia, decidió que su destino estaba escrito en las estrellas. Se dedicó por completo al estudio de la ciencia, aprendiendo sobre ingeniería aeroespacial y física. Sus amigos lo veían como alguien que vivía con la cabeza en las nubes, pero él sabía que no se trataba de un simple sueño: era su propósito.

Los años transcurrieron y, después de innumerables sacrificios, Mauricio logró su objetivo. Se convirtió en astronauta y fue seleccionado para una misión especial: viajar a la luna. Al escuchar la noticia, recordó la primera vez que, siendo un niño, prometió que llegaría hasta allí. Ahora, la nave espacial estaba lista, su corazón latía con fuerza y la luna lo esperaba.

El viaje fue largo y desafiante, pero al fin, el momento llegó. Cuando descendió del módulo lunar y su pie tocó la superficie grisácea, sintió que el tiempo se detenía. Con el casco empañado por la emoción y la respiración agitada por la adrenalina, se arrodilló y extendió la mano. Sus dedos rozaron el polvo lunar, el mismo que había imaginado tantas veces en sus sueños. En ese instante, el niño que alguna vez miró el cielo con anhelo se convirtió en el hombre que desafió lo imposible.

Mauricio nos enseñó que ningún sueño es demasiado grande, ninguna meta está demasiado lejos. Si creemos en nosotros mismos y trabajamos con determinación, podemos alcanzar incluso aquello que otros consideran inalcanzable.

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