Todos hemos oído la frase: “Al que madruga, Dios lo ayuda”. Suena simple, ¿verdad? Levantarse temprano, aprovechar el día, empezar con ventaja. Pero lo que también es simple —y aún más común— es no hacerlo. Posponer el despertador. Decir “solo cinco minutos más”. Prometer que mañana será diferente. Y ahí, justo ahí, es donde comienza el abandono. No se trata solo de madrugar. Se trata de la actitud con la que enfrentamos nuestras metas, nuestros hábitos, nuestros compromisos. El abandono es sutil al principio. Se disfraza de cansancio, de falta…
Leer más